Nos lo ha repetido hasta la saciedad y para que nos quedara bien clarito nos ha hecho una campaña de abonos y todo: Quien(es) ha(n) de irse no se va(n). Claramente es un «vamos a elegir a la afición que queremos: la que traga, paga y no protesta».

En cajas especiales para reducir el impacto de las explosiones de la pólvora durante las fiestas, así está la fuente desde el pasado 18 por la noche. Pero no entera, ya que el cuerpo central está al descubierto, al considerar los expertos que «no es necesario».
Sinceramente… ya que se hace, se hace todo, ¿o hemos de esperar a que la parte central sufra daños para hacer lo mismo?
Porque una ya sabe lo que es estar en una batalla como ésta, ya que hace unos cuántos años atrás hizo algo similar, y por tanto todo lo que sea iniciativas que vienen por parte de la afición hay que apoyarlas. Parece que por una vez los herculanos se mueven y hay que continuarlo. Macho Hércules!
… dejando un buen marrón en el país, con menos inflación que cuando llegó pero con mucho más paro.
A raíz de la abdicación han surgido las preguntas clave que nadie hubiera hecho hace unos cuantos años:
1. ¿Debería haber un referendum para elegir qué queremos los ciudadanos? Sí, rotundamente, dado que la monarquía no fue elegida, sino impuesta después del régimen.
2. ¿Se hará? Desgraciadamente no, porque en casi 40 años no se ha cambiado el modelo de abdicación/sucesión, con lo que estamos igual que entonces.
3. ¿Es momento de una III República? No tengo los conocimientos suficientes de política como para responder (y eso que cada uno de mis abuelos varones vinieron de una y otra parte en la dictadura), pero creo que ahora mismo se están mezclando conceptos distintos y sólo se conseguirá volver a revivir aquellos fantasmas (nunca enterrados) del pasado que dan verdadero pánico.
La única cosa que tenemos clara, al menos la autora y personajes de este blog, es que España avanzará y podrá aspirar a ser un país europeo de verdad cuando los ciudadanos dejen de hacer distinciones entre «rojos y fachas», algo que, lamentablemente, nunca veremos.